martes, 23 de febrero de 2016

como dioses



Como si nada
la poesía se desplegaba de boca en boca
de rama en rama,
corazón a corazón iba,
de las cosas más sencillas
a las más gordas.
Y eran esas gotitas de universo “toda la vida”,
todos los misterios abrazados
y las ingenuidades más lindas,
todo estaba ahí
en la palabra de los días.

Pero el hombre era de paja
y no se enteraba del fenómeno.

Entonces algunos seres especiales
fueron iluminados.
Se les concedió soñar despierto
y escribieron rarezas,
cuentos proféticos y mágicos
capaces de enarbolar las noches más duras,
fueron historias y libros
con la gracia de los pájaros
y aún así
los hombres no supieron los fenómenos,
solo cosecharon la paja de otros hombres.

Entonces bajaron ángeles o demonios
a concursar en las avenidas humanas,
a mezclarse
con el mismo perfume de los profetas y la poesía
se hicieron sudor y lágrimas,
acunaron al silencio y la soledad,
comieron del mismo plato,
hicieron el amor a toda hora y a todo cuerpo,
se cansaron de cansarse
y no sirvó de mucho.
Porque el fenómeno del hombre ya no era indivisible
y su cabeza de paja no le parecía suya.

Entonces los dioses un poco tristes
atravesaron el cielo y el infierno
decidieron hacerse rueda,
se dibujaron curvas de mujer
hasta pintarse la boca con el fósforo del desprecio.
Comieron la sangre bebiendo la tarde melancólica.
Y tocaron pianos lubricados,
dirigieron circos
hasta danzarles un poco de nube,
mostrándonos las cicatrices de los cortes
de los que no creen en los barriletes.
Lloraron, los dioses,
en la vereda del desconsuelo
la indiferencia a la poesía,
a la palabra y a los profetas,
a los textos consagrados.
Lloraron caramelos y luciérnagas
y hasta otoños enteros lloraron
a ver si con esto llegaban a darse cuenta,
a rendirse de una vez
ante la maravilla de la vida.

Los hombres se hicieron cuervos
y espantapájaros de maíz.
No porque seamos malos o seamos buenos,
no por elección,
Es que desde siempre
el hombre es sordo
y no sabe escuchar
lo que el viento tiene para decir.

El viento vuelve,
es la brisa que se hace
en el alma
y vuelve,
siempre vuelve,
porque ser viento
es volver.



Marcelo Meza /nov 2015

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